El duelo perinatal engloba las pérdidas que suceden desde el embarazo hasta el primer año de vida del bebé.
Este tipo de pérdidas no están tan reconocidas socialmente, se silencian o se les suele restar importancia, y evitar el dolor es uno de los factores que puede complicar un duelo. Las personas que pasan por este proceso no se sienten lo suficientemente valorados/as y reconocidos/as, y tienen que escuchar frases del tipo “pronto te puedes volver a quedar embarazada”, “la naturaleza es sabia”, “por lo menos tenéis otro hijo”, “sería peor si lo hubierais llegado a conocer”, “al menos estabas de pocas semanas y todavía no te notabas patadas”, etc.
A nivel social se considera que la muerte de un hijo es lo peor que le podría pasar a unos padres, pero si todavía no ha nacido, entonces no pasa nada porque puedes volverte a quedar embarazada. Las madres que sufren pérdidas perinatales suelen sentirse muy solas, como si el bebé nunca hubiera existido. Por lo que podemos considerarlo como un duelo desautorizado, en el que no nos permiten o no nos permitimos experimentar la pérdida o elaborarla adecuadamente.
En el duelo perinatal es diferente al resto de duelos ya que, además de experimentar físicamente la perdida del bebé (duelo físico), también se experimenta un cambio en las expectativas ya que en la imaginación de los futuros papás ya existía (duelo simbólico), y por tanto habían empezado a hacerse una representación mental de cómo iba a ser su vida a partir del nacimiento del bebé.
Las personas que pasan por este tipo de duelo suelen presentar los siguientes síntomas:
- Físicos: cefaleas, disminución o aumento del apetito, sensibilidad al ruido, pesadillas, alteraciones del sueño, síntomas psicosomáticos.
- Emocionales: apatía, anhedonia, culpa, rabia, tristeza, soledad, desamparo, aturdimiento.
- Conductuales: funcionamiento automático, mente ausente, aislamiento, conductas de búsqueda, conductas de evitación, hiperactividad, consumo tóxico, crisis de llanto.
- Psicológicos: negación, negociación, posibles ideas de muerte, sensación de presencia, falta de concentración, pérdida de memoria, rumiaciones constantes, crisis de identidad.
- Espirituales: búsqueda de sentido, replanteamiento de creencias, conciencia de la propia mortalidad, cambio de valores.
El momento de recibir la noticia es muy impactante para los papás. Es un shock muy grande donde cuesta asimilar todas las emociones que aparecen en el momento: rabia, tristeza, confusión, injusticia, odio… Y es que las ideas de “morir antes de nacer” o “dar vida a alguien sin vida”, son complicadas de encajar. El shock es la primera de las fases del duelo, y dependiendo de cómo los profesionales informen puede ayudar a que se asimile mejor.
En este momento, en el que los papás reciben la noticia, se instaura un trauma a nivel cerebral, que si no se elabora adecuadamente el duelo puede terminar con un TEPT (Trastorno de estrés postraumático), ideas recurrentes, imágenes intrusivas sobre lo que ha pasado, seguir escuchando frases que algún profesional les dijo, no poder dormir bien… Por lo que un duelo mal elaborado, puede terminar en una patología como el TEPT, una depresión o un trastorno de ansiedad.
La terapia psicológica no sólo se debería realizar si aparece patología, sino desde el momento de la pérdida, para acompañar emocionalmente el proceso de duelo y evitar que se complique y aparezcan estas u otras patologías.