Sin necesidad de haber vivido un duelo, los niños se hacen infinidad de preguntas sobre la muerte, y es porque saben de alguna manera que algo nos sucede. Desde pequeños intuyen y observan los cambios que experimentan las plantas, los animales y las personas.

Nos angustiamos mucho cuando vemos a los niños enfrentarse a la idea de la muerte y tratamos rápidamente de amortiguar sus efectos. De forma errónea pensamos que lo mejor es que de momento no sepan nada porque creemos que si no saben, no existirá para ellos. Los niños perciben que es mejor no preguntar, por tanto su inquietud puede aumentar al ver la incomodidad e intranquilidad que sus preguntas generan en el adulto. Además, lo que hacen si no consiguen aclarar sus ideas es formarse sus propias teorías, viviéndolo con más angustia.

Por tanto, no debemos dejar al niño “a solas” con su mundo de fantasía. Cuando nos pregunta es porque necesita aclarar lo que él mismo construye. Es importante fijarse en qué pregunta y responder de acuerdo a su edad, pero siempre ser sinceros sobre sus dudas ya que le calmará y le servirá para confiar en nosotros.

Así pues, debemos comprender y transmitir cuatro conceptos clave sobre la muerte para poder construir un significado de lo que ésta representa:

  •  La muerte es universal: todos los seres vivos mueren. Deben conocer la verdad, pero podemos decirla de forma gradual y según lo que el niño pueda o no asimilar en el momento evolutivo en el que se encuentre. Dependiendo de su nivel evolutivo y de comprensión, quizá sea necesario “postergar” un poco la realidad de la muerte y transmitirle que eso sucederá cuando él ya sea mayor y su mamá muy viejecita, aunque sepamos que eso puede no ser verdad. Se trata de dar una respuesta asumible emocional y cognitivamente para el niño.
  • La muerte es irreversible. Cuando morimos no podemos volver a estar vivos nunca. Se trata de entender que la muerte es algo permanente y no un estado temporal. En sus juegos del día a día los personajes o ellos mismos mueren y resucitan o tienen una vida extra. El duelo es un proceso doloroso que implica redefinir nuestros lazos con la persona que ha fallecido. Un primer paso esencial en este proceso, para los niños y para los adultos, es aceptar que la pérdida es permanente y definitiva.
  • Todas las funciones vitales terminan completamente en el momento de la muerte. Cuando morimos el cuerpo ya no funciona. En ocasiones la propia limitación cognitiva del niño dificulta que entienda que el cuerpo literalmente deja de funcionar (no respira, no se mueve, no le late el corazón, no ve, no oye, no piensa…), a veces pueden pensar que la persona que fallece sigue experimentado cosas como si en realidad estuviera dormida.
  • ¿Por qué nos morimos? Toda muerte tiene un porqué. Es importante explicar al niño el porqué de la muerte de la persona que ha fallecido. Es necesario que sepa que existe una causa física por la que morimos, porque si no le damos una explicación de lo sucedido o no alcanza a comprenderlo, elaborará su propia teoría, dejándose llevar por sus pensamientos mágicos, lo que puede generarle más angustia. Debemos aclararles que no tienen la culpa y ayudarles a situar la causa de la muerte en algo físico, y que los sentimientos de enfado, de rabia o los celos nunca pueden provocar la muerte.

 

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