Que la adolescencia es un periodo complicado lo sabemos prácticamente todos, unos por qué ya hemos pasado por ahí y otros por qué ahora lo están experimentando con sus hijos. Pero las verdaderas cuestiones son si sabemos por qué es así de difícil y qué podemos hacer al respecto para ayudar a nuestros hijos/as.
En este periodo se producen una serie de cambios como: alteración de los ritmos circadianos (ciclo sueño – vigilia), lo que hará que tu hijo/a duerma más de lo normal o, todo lo contrario, que pase a dormir peor. Existen también una serie de cambios hormonales que provocan una mayor fatiga o cambios de humor frecuentes. Por último, es necesario tener en cuenta que por la etapa evolutiva en la que se encuentran tienen muchas dificultades en aspectos como: concentrarse, tomar decisiones, controlar sus impulsos, valorar el riesgo… todo ello se explica por qué su cerebro todavía no se encuentra del todo maduro.
Es importante tener en cuenta que no todos los adolescentes son igual, cada uno ve las cosas y vive la vida de una manera, así que no tendremos manuales o fórmulas mágicas para llegar a ellos, simplemente tendremos que adaptarnos a nuestro/a hijo/a, para poder llegar a ellos de la manera en que cada uno lo necesite. Si bien es cierto en este blog pretendemos mostraros algunas claves que os pueden ayudar a conseguir vuestro objetivo, entender a vuestro hijo/a y aprender algunas estrategias para disminuir posibles conflictos.
Para poder entender y ayudar a nuestros hijos, lo primero es que nosotros seamos capaces de ver qué perspectiva suelen tener ellos de los adultos en general y luego, de sus cuidadores en particular. En términos generales vemos que los adolescentes pueden vernos cómo:
- “Enemigos”. Esto tiene que ver con que cualquier cosa (idea, consejo, sugerencia…) que viene de sus padres, es negativa o está hecha para juzgarlos o fastidiarlos. Todo lo contrario de lo que dicen sus amigos, sus influencers preferidos o incluso otras figuras de autoridad.
- “Unos rallados”. Esto ocurre por qué muchas veces les repetimos las mismas cosas una y otra vez o intentamos darles lecciones de vida, lo que ellos interpretan como una rallada.
- “Carcas o antiguos”. Nosotros hemos sido educados de una manera, en unos valores y con unas directrices y muchas veces nos cuesta dejar de lado que la vida ha ido cambiando y evolucionando, por lo que si educamos según el esquema en el que lo hicieron nuestros padres podemos caer en el error de estar cerrándonos a ellos.
- “Estresados, malhumorados y/o aburridos”. Cada vez trabajamos más horas, vamos siempre de un lado para otro y tenemos muchas preocupaciones. Evidentemente, esto puede afectar a nuestro estado de ánimo y eso lo trasladamos a las personas cercanas. Donde quizás un adulto vea “responsabilidades”, un adolescente ve “problemas y amarguras”.
Si nuestros hijos/as comparten alguna de estas opiniones es posible que en casa estén surgiendo algunos conflictos que no sepamos como resolver. La mayoría de ellos probablemente tenga muy fácil solución. A continuación, vamos a ver algunas pautas que podemos tener en cuenta de cara al futuro, pero hacer la relación con nuestros hijos/as más fluida:
- Tratar de mantener la mente abierta. Todos tenemos unas ideas preconcebidas, por como nos han criado, por nuestras experiencias en la vida… pero eso no implica que nuestros hijos tengan que tener las nuestras impuestas.
- Aceptar los cambios y adaptar nuestras conductas en consecuencia. Uno de los problemas que mayor auge existe con los adolescentes es el uso de la tecnología y las RR.SS. Hoy en día existe una nueva manera de socializar en la que quizás nos cueste confiar, pero no podemos hacer que nuestros hijos cambien por nuestros miedos (esto no exime de tener un control parental sobre el uso que nuestros hijos/as hagan de la tecnología).
- Escuchar más y ser más empáticos. Detrás de esos cambios de humor y de ese (si lo hubiera) mal comportamiento hay algo más, algo que le está ocurriendo a esa persona, por lo tanto, no nos quedemos únicamente con lo superficial. Recordemos también que oír, no es escuchar. Si los hijos/as se sienten realmente escuchados y comprendidos es mucho más probable que confíen en nosotros en ocasiones futuras cuando tengan un problema.
- No invalidar sus emociones. Que para nosotros no consideremos realmente como problema lo que nos cuentan o aquello que les pasa no implica que ellos no lo vivan como tal. A su edad, lo que les ocurre es lo único y más importante del mundo, por tanto, si se abren a nosotros lo que necesitan es una guía y comprensión no un juicio y una invalidación.
- Tratar de estar menos estresados y/o “amargados”. Si pretendemos trasmitirles a nuestros hijos que es importante labrarse un futuro, tener preparación, conseguir lo que se quiera en la vida… pero el modelo que le trasmitimos es que eso lleva asociadas un montón de emociones negativas, probablemente no nos quieran comprar el consejo. Es importante desconectar del trabajo cuando se llega a casa, demostrar que hay más vida más allá del ámbito laboral y si existe algún problema, buscar ayuda profesional.
Si tenemos en cuenta estas pautas, no solo mejoraremos con nosotros mismos si no que conectaremos más con nuestros hijos/as. Recordemos que no hay manuales exactos y que cada persona es un mundo, pero a todos nos gusta sentirnos queridos, escuchados y comprendidos.