“¿Tú no te vas a morir, verdad mamá?”, “¿Qué edad tiene la gente cuando se muere?”, “¿Yo voy a vivir hasta que tenga mil años?”, “¿Dónde se ha ido el abuelito?”, “¿Qué pasa con su cuerpo?”, “¿Papá se irá al cielo?”.

Los niños se hacen infinidad de preguntas sobre la muerte. Nos angustiamos mucho cuando vemos que se enfrentan a la idea de la muerte y tratamos rápidamente de amortiguar sus efectos. De forma errónea pensamos que lo mejor es que de momento no sepan nada porque creemos que si no saben, no existirá para ellos. Pero cuando los niños no saben, pero intuyen y desean saber, lo que hacen si no consiguen aclarar sus ideas es formarse sus propias teorías, viviéndolo con más angustia. Cuando nos pregunta es porque necesita aclarar lo que él mismo construye.

¿Qué tienen que saber los niños respecto a la muerte? Más allá de las creencias religiosas que cada familia desee transmitir, debemos abordar este tema tan delicado eligiendo bien las palabras para no causar un efecto negativo. A la hora de hablar con los niños sobre la muerte, debemos guiarnos por su nivel de comprensión y asimilación dependiendo de la etapa evolutiva en la que se encuentre y por los conceptos que ellos mismos ya se han formado sobre la idea de muerte y de estar muerto.

Así pues, debemos adaptar el lenguaje y los contenidos a cada niño, pero hay una serie de pautas generales que podemos tener en cuenta:

  • Escuchar todas sus dudas o inquietudes siempre que el niño lo necesite.
  • Responder de manera sencilla a las preguntas que nos hacen, respondemos su duda y no vamos más allá de lo que ha preguntado.
  • Tener cuidado con decir algo que pueda ser falso “la mamá siempre estará contigo” o “solo mueren las personas que son muy viejecitas”
  • Transmitir el concepto de universalidad de la muerte, todos los seres vivos morimos. Aunque a nosotros mismos nos cueste aceptar que a todos nos va a tocar, debemos decirles la verdad a los niños.
  • También deben entender el concepto de irreversibilidad, cuando morimos no podemos volver a estar vivos nunca. Es duro decirle a un niño que el abuelo ha muerto y no va a volver más, pero más angustioso es esperar a que alguien vuelva y esto no suceda.
  • Aliviar su angustia “la mamá va a cuidarte y estar a tu lado siempre que pueda, y aunque es verdad que todos los seres vivos se mueren, puedes estar seguro que te van a cuidar y a querer mucho”.
  • Ayudarle a entender la causa física que ha provocado la muerte para evitar que se construya su propia teoría que puede generarle más angustia, o puede que piensen que ellos han tenido algo que ver.
  • Transmitirle que morir significa terminar de vivir, las funciones vitales dejan de funcionar, y por tanto dejan de escuchar, ver, pensar… Pueden preguntarse si en el cielo estará bien la persona fallecida, si me puede ver, si me escucha, si le hablo y no me responde…
  • Podemos hablarle de nuestros sentimientos y de que siempre nos acordamos de las personas queridas que han fallecido, que siempre estarán en nuestro recuerdo y en nuestro corazón. Es ahí, en el mundo emocional, en el mundo de los recuerdos donde permanecen vivos para nosotros, y por tanto les recordaremos riendo, cantando, contando historias, haciendo las cosas que le gustaban hacer…
  • Evitar metáforas como “se ha ido al cielo porque era muy bueno”, “te manda muchos besitos desde allí arriba”, “está dormidito y se va a quedar así”, o “aunque tú no la veas está entre nosotros”. Algunas explicaciones que intentamos dar al niño para que se sienta mejor, pueden hacer que tenga miedo a dormirse, a estar solo en su habitación o a oscuras, o miedo a portarse bien por si se va al cielo. Los niños más pequeños tienden a interpretar las cosas que les decimos de forma más literal.
  • Intentar transmitir naturalidad y seguridad. Puede pregunten algo que no tengamos claro, como nuestra propia creencia acerca de lo que sucede después de la muerte. No importa si tenemos dudas o no tenemos respuestas para todo, podemos hablarlos con ellos con naturalidad y que entiendan que hay dudas que son iguales para todos.
  • Aclarar sus dudas sobre los rituales de despedida que hacemos cuando una persona fallece, como funeral, tumbas, entierro, cementerio; incluso si tiene más de 8 años podemos preguntarle si quiere participar, eso sí, siempre acompañado y habiéndole explicado con antelación en qué consisten estos ritos.

 

Fuente:

www.fundacionmlc.org

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