Es frecuente que como padres tengamos la sensación de que no nos entendemos con nuestro hijo adolescente, de que no hay forma de comunicarnos adecuadamente. Desde su punto de vista, somos unos pesados, y desde el nuestro es muy agotador. Y es que, decir las cosas muchas veces, razonar excesivamente sobre los mismos temas, o terminar discutiendo, no son las formas más adecuadas para comunicarnos.

Generalmente, a los adolescentes no les gustan los interrogatorios, ni las preguntas directas y solo se comunican si sienten que se les escucha y se les entiende. Por tanto, deberemos hablarles cuando sea necesario, encontrando el momento adecuado y con mensajes que se entiendan y que les lleguen.

Muchas veces nos centramos en el mensaje que queremos hacer llegar (comunicación verbal), y nos olvidamos de la forma en que lo hacemos (comunicación no verbal). El tono de voz, las palabras empleadas, la forma de dirigirnos a él y nuestro lenguaje corporal es crucial para que se sienta entendido.

Aprender a comunicarnos y a entendernos adecuadamente nos va a servir para evitar y para solucionar conflictos familiares. ¿Qué actitudes y comportamientos favorecen una comunicación positiva?

  • La escucha activa nos ayudará a que nuestro hijo se sienta escuchado y valorado, para ello, deberemos dejar lo que estemos haciendo cuando nos hable, y centrar nuestra atención en lo que nos cuenta evitando interrumpirle.
  • Evitar interpretar o adivinar cómo se siente, qué le ha ocurrido… Siempre es preferible escuchar lo que tenga que contarnos evitando caer en nuestros juicios o interpretaciones.
  • Sintonizar con sus emociones negativas y validarlas. Debemos transmitirle que captamos su estado emocional (tristeza, enfado…), que entendemos que haga mala cara si las cosas no van bien, y que además nos preocupamos por él: “Veo que vienes con mala cara, supongo que el día no habrá sido muy bueno… ¿estás bien?”.
  • Cuando nos hable, debemos mostrarle apoyo y comprensión para que pueda expresarse libremente. Puede que lo que nos cuente no tenga mucha importancia para nosotros, pero no significa por ello que él no lo esté viviendo de forma más intensa. No minimicemos su malestar ni le restemos importancia. “Me doy cuenta de que esto debe ser importante para ti”.
  • Frases como “si estudiaras como tu hermano, no pasarían estas cosas” no es que no arreglan nada, sino que estropean aún más. Evitemos las comparaciones, ya que dificultan que se motive a cambiar las cosas que le cuesten más. Vale la pena utilizar frases como “A mí a tu edad también me costaba, por eso me esforzaba más que los demás. Sé que tú también eres capaz de hacerlo”.
  • Intentemos hablar en positivo, recordar las cosas que puede hacer o de qué forma puede hacerlas, resulta más favorable que recriminar las que hace mal. El hecho de decirle “No estudias lo suficiente” puede terminar en una profecía autocumplida, en la que realmente sienta que no lo hace, y por tanto, cada día estudie menos.
  • Es cierto que todo comportamiento inadecuado debe tener unas consecuencias, pero evitemos amenazar y sobre todo anticipar el comportamiento cuando todavía no ha ocurrido. Cambiemos el “si me entero que vuelves a faltar a clase la vamos a tener” por “estoy convencido de que no volverá a ocurrir, pero en caso de que me vuelvan a avisar, te quedarás un fin de semana sin salir”. La segunda opción transmite más confianza en su comportamiento.
  • Deberemos también evitar reprochar conflictos pasados, no ayuda en nada. Es mucho más productivo centrarnos en la solución al problema que tenemos delante que en el problema en sí.
  • Reconocer nuestros errores, ya que también los tenemos. Ser capaces de hacer autocrítica nos ayudará a dar ejemplo de responsabilidad y madurez.
  • Él tiene su punto de vista, y nosotros el nuestro. No por ello significa que nosotros siempre tengamos la razón y las cosas se deban hacer a nuestro modo. Podemos flexibilizar nuestra conducta y nuestras normas siempre que lo consideremos oportuno. Para ello, podemos llegar a acuerdos con el fin de conseguir un equilibrio entre lo que quieren ellos y lo que queremos nosotros.

 

 

Fuente:

Cervantes, S. (2013). Vivir con un adolescente. Entenderte con tu hijo es posible. Espasa Libros, S.L.U.

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