En ocasiones nos encontramos con niños o adolescentes que no tienen motivación para estudiar, no llevan al día los deberes y los trabajos, y su actitud es apática. Otros, sí se esfuerzan pero no consiguen aprobarlo todo. Si se ha esforzado pero suspende alguna asignatura, ¿se le debe castigar?
Es más aconsejable motivarle a que se saque el máximo de asignaturas posible y recompensarlo por sus logros, que castigarle si no consigue aprobar todas o casi todas las asignaturas… Podemos hacer un pacto con él a principio de trimestre, en el que establezcamos una recompensa por cada asignatura aprobada (o unos puntos equivalentes), así cuantas más apruebe más grande será el premio y más se motivará para alcanzar su recompensa. A la hora de establecer las recompensas, debemos tener en cuenta las posibilidades reales de nuestro hijo, que la recompensa sea gradual según el esfuerzo y los resultados, y cumplir con lo que prometamos.
En caso de considerar que merezca un castigo porque no se ha esforzado, ¿qué castigo le podemos poner?, ¿dejarlo sin móvil?, ¿sin ordenador?, ¿sin salir? Los castigos más efectivos son los relacionados con la conducta que queremos corregir, ya que nuestro propósito no es fastidiarle, sino que aprenda. En este caso, por no estudiar lo suficiente o no emplear las técnicas adecuadas, el castigo sería estudiar más para compensar o recuperar, y esto llevará como consecuencia poder estar menos tiempo con los amigos, o disfrutar de menos rato de ocio. Quitarle el móvil estaría relacionado con un mal uso del mismo; es decir, si estudia con él, no lo deja en silencio y le distrae.
Si sabemos que nuestro hijo sí se ha esforzado, y aun así los resultados no son los esperados, lo más conveniente es ayudarle a que entienda que deba mejorar y cambiar algunas cosas en su forma de estudiar. Para ello, le podemos ayudar a analizar las razones por las cuales ha suspendido las asignaturas, ya que dependiendo de los motivos, las mejoras van a ir encaminadas de una forma u otra.
Algunas de las razones más comunes por las cuales suelen suspender son:
- No había estudiado lo suficiente “si hubiera tenido un día más…”
- Creía que me lo sabía y en el examen me he dado cuenta de que no…
- Me lo han preguntado de forma diferente a cómo me lo había estudiado y ya no sabía qué contestar
- Me puse nervioso y me bloqueé
- Estudié para sacar un 5 y al salirme peor de lo que pensaba suspendí
- No me fijé bien en el examen y tuve fallos tontos, me confundí en lo que tenía que contestar
- Estudié sólo aquello que creía que iba a entrar
- No entendí bien qué me pedía y no despejé mis dudas
- Entraban cosas que yo no me había enterado
- Confiaba en que iba a ser más fácil y me relajé
- No me dio tiempo a poner todo o que sabía
- Me cuesta mucho memorizar esta asignatura
- No repasé antes de entregar
- Estudié memorizando sin entender
Por tanto, dependiendo de los motivos, algunos de los cambios que tendría que hacer para mejorar serían: llevar un mejor control de la agenda, preguntar cuando no sé algo, estudiar todo lo que entra, repasar antes de entregar, controlar el tiempo en el examen, ampliar el horario de estudio, estudiar escribiendo, hacerme esquemas o resúmenes…
Tan importante es la planificación y organización antes de estudiar, como el análisis de los resultados después. No podemos volver atrás para cambiar lo ocurrido, pero lo que sí podemos hacer es ayudarle a identificar qué cosas puede mejorar para futuras ocasiones. Además, debemos ayudarle a tomar conciencia de las cosas que sí hace bien, y por tanto debe continuar haciéndolas.
¿Cómo motivarle para que el próximo trimestre se esfuerce más?
- Transmitirle que puede conseguirlo, que creéis en él, y motivarle a que siga esforzándose.
- Ayudarle a plantearse objetivos alcanzables, y regular sus expectativas.
- Tener en cuenta cuál es la capacidad de su hijo para no hacer una sobreexigencia.
- Valorar y reforzar cada cosa que hagan bien.
Aun así, si tenemos la sospecha de que nuestro hijo rinde por debajo de su capacidad intelectual, y a pesar de sus esfuerzos, debemos valorar la posibilidad de realizar una evaluación neuropsicológica para descartar otras dificultades que puedan estar interfiriendo en sus estudios, como son las dificultades atencionales, de memoria, en funciones ejecutivas, en las habilidades matemáticas, en comprensión lectora, o una carencia de hábitos y técnicas de estudio imprescindibles para un buen rendimiento.