En numerosas ocasiones los padres acuden a consulta cuando los profesores les advierten de que hay algo en sus hijos que les llama la atención y que debería ser motivo de evaluación psicológica; y es que para muchos padres hay señales que pasan desapercibidas al no tener otros niños de la misma edad con quien poder compararlos. Otros padres, traen a sus hijos a consulta cuando el problema es tan evidente que le ha generado consecuencias en otras áreas de la vida del niño o adolescente (es socialmente rechazado, académicamente ha fracasado, tiene una autoestima muy baja, presenta problemas de comportamiento graves…), y por tanto, dificulta la intervención al tener más áreas que tratar.
La detección, evaluación e intervención temprana de cualquier tipo de problema que pueda presentar un niño (adaptativo, madurativo, comportamental, emocional, social, de aprendizaje…) es un factor de buen pronóstico, ya que permite abordar el problema cuando aun no se ha hecho demasiado grande, y no afecta al resto de esferas de su vida.
Por tanto, ¿qué conductas de nuestros hijos nos pueden estar diciendo que algo no va bien?
0-6 meses:
- No se lleva todo a la boca.
- No sonríe, no curiosea.
- “Bebé muy bueno”: muy tranquilo, no reclama, poco llorón, no ruidoso.
6-12 meses:
- Retraso en la adquisición motora (por ejemplo; no se mantiene de pie).
- No sonríe, no “extraña” a las personas que le rodean (hacia los 9 meses).
- No ha incrementado sus exigencias, muy tranquilo.
- No investiga, no se lo mete todo a la boca ni se abalanza a por cosas.
- No ha empezado a señalar o a pedir con gestos.
12-24 meses:
- Retraso en habilidades motoras (no camina con más de 18 meses, no hace la pinza con las manos, etc.)
- No “extraña”: no le importa que lo cojan extraños o que se vaya su cuidador.
- No muestra interés social, ni juego simbólico (juego espontaneo que realizan los niños).
- No entiende cuando le dan una orden sencilla, no ha empezado a hablar.
- Muy irritable, no duerme, movimientos ansiosos y constantes rabietas explosivas e intensas inmotivadas.
2-4 años:
- Rabietas intensas, explosivas, inmotivadas y muy largas que no ceden ante nada.
- Dificultades motoras importantes y/o falta de interés.
- No hay interés social, no hay juego simbólico.
- No entiende normas, no pone a prueba sus capacidades.
- No tiene lenguaje.
- No ha disminuido la ansiedad por separación de sus padres o cuidadores.
4-6 años:
- Retraso motor importante y/o falta de interés.
- Las rabietas propias del periodo anterior no se reducen, cambios constantes en su humor.
- No hay interés social o falta de adecuación social.
- Dificultades en su autoconcepto (genero, rol en la familia, como se ve a sí mismo ante todo).
- Inseguridad marcada y evitación.
- Problemas en la comprensión o producción lingüística.
6-9 años:
- Cambios constantes en su humor, irritabilidad.
- La preocupación evolutiva por su salud lleva a ansiedad incapacitante y evitación.
- No interés por amigos, relaciones inestables y difíciles.
- No entiende reglas, impulsividad excesiva.
- Incapacidad en diferentes entornos para terminar tareas, dificultades en la atención y la concentración.
- Inquietud motora incapacitante.
9-12 años:
- Sentimientos de inferioridad, incapacidad y que provocan evitación.
- Tristeza, falta de motivación, no desarrolla interés por nada.
- No disfruta con sus compañeros o amigos.
- Los rituales ocupan mucho tiempo y/o esfuerzo, son su principal preocupación.
- La rebeldía lleva a conductas antisociales, delictivas sin arrepentimiento ni consecuencias.
12-15 años:
- Autoevaluación excesivamente negativa que repercute en limitaciones en diferentes áreas.
- Estado de ánimo intensamente irritable y cambios de humor incapacitantes.
- Aislamiento social e intereses restringidos que ocupan excesivo tiempo.
- Conductas delictivas con crueldad y sin arrepentimiento.
- Conductas perjudiciales para manejar emociones (autoagresión, síntomas alimentarios, promiscuidad peligrosa, etc.)